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Huawei y La Unión Europea :Sesión AI Law en Madrid



En el siglo XXI, el poder ya no se mide únicamente por el control de los territorios o los recursos energéticos, sino por la capacidad de producir, procesar y almacenar información. En ese tablero de competencia global, la tecnología —y especialmente la Inteligencia Artificial (IA)— se ha convertido en el eje de una nueva economía mundial. Dentro de este escenario, Huawei representa uno de los actores más influyentes y controvertidos de la última década, y su relación con la Unión Europea ofrece una perspectiva compleja sobre cómo la cooperación tecnológica puede transformar no solo las cadenas de valor, sino también los equilibrios de poder entre regiones.


Semiconductores: el corazón de la era digital


Los semiconductores son materiales con propiedades intermedias entre los conductores eléctricos y los aislantes. En la práctica, constituyen la base de todos los circuitos integrados y chips que dan vida a los teléfonos móviles, computadoras, servidores de datos e incluso sistemas de defensa y satélites. La industria de los semiconductores mueve más de 600 mil millones de dólares anuales y se proyecta que supere el billón de dólares para 2030, según datos de McKinsey & Company (2023).


La producción de un chip avanzado requiere de un ecosistema de alta precisión: el diseño, la fabricación, la litografía (es decir, la impresión de los patrones de circuitos en obleas de silicio) y el ensamblaje final. Actualmente, solo tres actores dominan cada una de las fases críticas:


  • ASML (Países Bajos), única empresa del mundo capaz de producir las máquinas de litografía ultravioleta extrema (EUV), que permiten grabar circuitos a escala nanométrica.


  • TSMC (Taiwán), responsable de cerca del 60 % de la fabricación mundial de chips avanzados.


  • Samsung Electronics (Corea del Sur), con una cuota cercana al 15 %.



La dependencia tecnológica en este sector es profunda: incluso Estados Unidos, que diseña los chips más avanzados a través de compañías como NVIDIA, Intel o AMD, no posee capacidad plena de fabricación EUV. Por eso, el gobierno estadounidense impulsó el CHIPS and Science Act (2022), que destina más de 52 mil millones de dólares a reconstruir su industria local, incluyendo la nueva planta de TSMC en Arizona. Sin embargo, esta planta solo fabricará chips de 5 nanómetros, cuando Taiwán ya produce versiones de 3 nanómetros, evidenciando la brecha tecnológica vigente.


Caso Europa y Huawei: entre la autonomía estratégica y la vigilancia geopolítica


En este contexto, la Unión Europea busca reforzar su soberanía tecnológica mediante el European Chips Act, aprobado en 2023, que destina 43 mil millones de euros a consolidar la cadena de suministro regional de semiconductores. Pese a las tensiones con Estados Unidos, Europa mantiene una relación pragmática con Huawei.


Huawei invierte más de 20 mil millones de dólares anuales en I+D, lo que la sitúa entre las cinco empresas que más invierten en innovación a nivel mundial (según el EU Industrial R&D Investment Scoreboard 2024). Parte de esa inversión se canaliza a través de centros de investigación en Alemania, Francia, Finlandia y Bélgica, donde la empresa colabora con universidades en proyectos de inteligencia artificial, 6G, computación en la nube y eficiencia energética.


Aunque la Unión Europea impuso restricciones parciales al uso de equipos Huawei en redes críticas, muchos Estados miembros mantienen la cooperación científica y tecnológica bajo marcos de transparencia. Este equilibrio refleja una visión europea que busca diversificar proveedores sin cerrar puertas a la innovación global, y que reconoce el peso creciente de Asia en la economía digital.



América Latina: más allá de los data centers


En este tablero global, América Latina no compite en la fabricación de chips, pero sí posee recursos minerales esenciales para la cadena de suministro de semiconductores y baterías, como el litio, el cobre y el silicio. Chile, Argentina, México y Brasil concentran parte de estas reservas estratégicas. Por ejemplo, el Triángulo del Litio (Argentina, Bolivia y Chile) alberga cerca del 60 % de las reservas mundiales de este mineral, clave para el almacenamiento energético que sostiene la computación de alto rendimiento y los centros de datos.


Huawei ha aprovechado este contexto para fortalecer su presencia en la región: ha instalado más de 30 centros de datos en América Latina, con infraestructura en Brasil, México, Chile y Colombia, y ofrece servicios en la nube a más de 600 empresas. Además, desarrolla programas de capacitación digital y transferencia tecnológica a través de su iniciativa Seeds for the Future, que ha formado a más de 40,000 jóvenes latinoamericanos en inteligencia artificial y ciberseguridad.


No obstante, reducir la estrategia digital regional a la construcción de data centers sería insuficiente. La verdadera oportunidad radica en crear capacidades locales de diseño, regulación y aplicación ética de la inteligencia artificial. América Latina podría insertarse en la economía digital global no como consumidora pasiva, sino como espacio de experimentación regulatoria, de innovación social y de formación de talento. México podría optar por tender puentes con el liderazgo regional de los EEUU en el marco de sus herramientas como el TMEC: una sociedad virtuosa con su vecino y socio comercial.


El reto está en mantener el equilibrio entre apertura y autonomía, evitando que la región se convierta únicamente en una plataforma extractiva o de consumo tecnológico, y en cambio se consolide como un actor estratégico en la nueva economía del conocimiento.


En última instancia, el futuro de la Inteligencia Artificial no dependerá solo de los datacenters o los chips, sino de la capacidad humana y política de los países para gobernar su desarrollo. América Latina, si logra articular una visión propia, podría desempeñar un papel clave en la construcción de una inteligencia artificial más ética, inclusiva y verdaderamente global.




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